Más de 5 millones de vistas en un mes confirman lo que muchos ya sabían: la música dominicana tiene pulso, tiene sabor y sigue viva.
En un panorama musical dominado por las tendencias globales, los retos virales y la fugacidad de las plataformas, que un tema dominicano logre destacarse de forma orgánica es una noticia que merece celebrarse. Y eso es precisamente lo que ha conseguido Chichí Peralta con su más reciente sencillo, “El Cofrecito”, una propuesta que, en apenas un mes, ha superado los 5 millones de reproducciones en YouTube.
El tema, lanzado hace pocas semanas, mezcla ritmos caribeños, arreglos modernos y ese toque inconfundible que caracteriza al artista: una combinación de fusión tropical con identidad dominicana que invita tanto a bailar como a sonreír. Pero más allá de la cifra, lo que sorprende es cómo ha conectado con públicos diversos, desde quienes siguen su carrera desde los años 90, hasta nuevas generaciones que descubren en su música algo fresco, auténtico y pegajoso.
Una carrera de innovación constante
Hablar de Chichí Peralta es hablar de evolución. Desde sus primeros éxitos como “Amor Narcótico”, “Procura” y “La Ciguapa”, este músico, compositor y productor ha apostado por una fusión rica en matices: merengue, salsa, bachata, jazz, música electrónica y sonidos afrocaribeños se entrelazan en su repertorio como piezas de un rompecabezas cultural.
A diferencia de muchos artistas que se acomodan a sus fórmulas probadas, Chichí ha preferido el riesgo: experimentar, proponer y reinventarse sin perder raíz. “El Cofrecito” es una muestra más de su capacidad para adaptarse a los nuevos lenguajes sin traicionar su esencia.
Música dominicana que trasciende
El éxito del video —producido con una estética colorida, alegre y familiar— es también una respuesta a la necesidad de contenidos positivos en el ámbito digital. En medio de un océano de propuestas rápidas y muchas veces vacías, el artista logra posicionar una canción que celebra lo nuestro, con alegría, calidad y conexión emocional.
“El Cofrecito” no solo es un éxito: es una reafirmación de que lo auténtico sigue teniendo fuerza en la era digital.